El Precio de un Deseo - Final

 


El frasco de cristal tintine贸 contra la mesa de m谩rmol cuando Elena lo dej贸 caer. Dentro, unas hierbas secas de color 谩mbar oscuro se mov铆an como serpientes enroscadas. Luc铆a las mir贸 con los dedos entrelazados sobre su regazo, las u帽as clav谩ndose en su propia piel sin darse cuenta. 

—¿Qu茅 es eso? —pregunt贸, aunque en alg煤n lugar profundo de su mente ya lo sab铆a. 

Elena se desliz贸 en la silla frente a ella, las piernas cruzadas con esa elegancia que siempre la hac铆a parecer m谩s joven de lo que era. Su vestido de seda se abr铆a levemente, revelando un lunar que Luc铆a conoc铆a demasiado bien. 

—Lo que te hizo quedarte —respondi贸, deslizando el frasco hacia ella—. Damiana, cant谩rida, un poco de opio para suavizar los nervios. 

Las palabras resonaron en el aire cargado de la biblioteca. Fuera, la lluvia golpeaba los ventanales como dedos ansiosos. Luc铆a alz贸 la vista hacia Roberto, que permanec铆a de pie junto a la chimenea, su silueta recortada contra el fuego. 

—Nos usaste —susurr贸. 

脡l no neg贸. 

Elena se inclin贸 hacia adelante, sus dedos fr铆os como metal tocando la mu帽eca de Luc铆a. 

—Al principio, s铆 —admiti贸, sus ojos oscuros brillando con sinceridad perversa—. Pero dime, cari帽o, ¿realmente importa ahora? 

Luc铆a abri贸 la boca para protestar, pero ning煤n sonido sali贸. Porque no, no importaba. No cuando recordaba las noches de placer, las ma帽anas de languidez entre s谩banas perfumadas, la forma en que su cuerpo respond铆a a ellos como una planta al sol. 

—Nunca pude darle un heredero —continu贸 Elena, sus u帽as pintadas de negro rascando suavemente la piel de Luc铆a—. El 煤tero cicatrizado, dicen los m茅dicos. Pero t煤... —su mano plana se desliz贸 sobre el vientre de Luc铆a—. T煤 eres perfecta. 

Roberto se acerc贸 entonces, su sombra envolvi茅ndolas a ambas. 

—Elegimos cada detalle —dijo, tomando un mech贸n del cabello casta帽o de Luc铆a entre sus dedos—. Tu historial m茅dico, tu ciclo, hasta ese lunar en tu cadera izquierda que parece una estrella. 

Luc铆a sinti贸 un escalofr铆o. No de miedo, sino de excitaci贸n. Haber sido elegida, estudiada, deseada con tal precisi贸n... 

—¿Y si digo que no? —pregunt贸, sabiendo la respuesta. 

Roberto sonri贸, lento, como un tigre ante su presa. 

—Pero no dir谩s que no. 

No era una pregunta. 

Elena se levant贸, deslizando las manos por su propio cuerpo como si estuviera quit谩ndose una piel invisible. 

—Mu茅stranos —orden贸—. Mu茅stranos que lo entiendes. 

Luc铆a se mordi贸 el labio, pero ya estaba de pie, sus dedos desabrochando los botones de su blusa con una urgencia que la avergonzaba y excitaba por igual. 

—As铆 —murmur贸 Elena, mientras Roberto observaba con ojos hambrientos—. As铆 es como se rinde una diosa. 

Cuando la ropa cay贸 al suelo, formando un c铆rculo p谩lido alrededor de sus tobillos, Elena le hizo girar para exhibirla frente a Roberto. 

—M铆rala —susurr贸, sus manos recorriendo el cuerpo de Luc铆a como si fuera una escultura—. Nuestra obra maestra. 

Roberto gru帽贸, su mano abri茅ndose sobre el vientre de Luc铆a con una posesividad que quemaba. 

—Aqu铆 —dijo—. Aqu铆 crecer谩. 

Elena se coloc贸 frente a Luc铆a, sus pechos peque帽os rozando los de la joven mientras sus labios buscaban su boca. El beso fue lento, experto, lleno de promesas oscuras. 

—Hoy no ser谩 como antes —murmur贸 contra sus labios—. Hoy participar谩s. 

Roberto empuj贸 a ambas hacia el div谩n de terciopelo, sus manos grandes despojando a Elena de su vestido con un solo movimiento. 

—Arrod铆llate —le orden贸 a Luc铆a, mientras 茅l mismo se sentaba en el borde del mueble—. Y aprende. 

Luc铆a obedeci贸, sintiendo c贸mo las manos de Elena la guiaban, c贸mo sus dedos se entrelazaban en su cabello. 

—As铆 —Elena jade贸 cuando la boca de Luc铆a encontr贸 primero sus pezones—. Roberto, m铆ranos. 

脡l lo hizo, con una devoci贸n que rayaba en lo religioso, mientras su mano acariciaba su propia erecci贸n a trav茅s del pantal贸n. 

—M谩s —orden贸—. Quiero ver m谩s. 

Elena empuj贸 a Luc铆a hacia abajo, hasta que su boca estuvo nivelada con el centro palpitante de la mujer mayor. 

—Prueba —susurr贸, abri茅ndose como una flor—. Prueba lo que has estado deseando. 

El primer contacto fue el茅ctrico. Luc铆a hab铆a imaginado esto en noches de insomnio, cuando sus dedos no eran suficientes. El sabor era salado, terroso, completamente Elena. 

—S铆 —la mujer mayor arque贸 las caderas—. As铆, mi ni帽a, as铆. 

Roberto se liber贸 por fin, su miembro imponente brillando con precum bajo la luz del fuego. 

—Cambien —gru帽贸—. Quiero verla en tu boca mientras la poseo. 

Elena intercambi贸 lugares con Luc铆a con la gracia de una bailarina, sus labios envolviendo a Roberto con una habilidad que hablaba de a帽os de pr谩ctica. 

—Ven —le dijo a Luc铆a, extendiendo una mano—. Ven y t贸mame. 

Luc铆a no necesit贸 m谩s invitaci贸n. Mont贸 a Roberto con un gemido que reson贸 en toda la habitaci贸n, sintiendo c贸mo la llenaba hasta el tope. Elena se coloc贸 detr谩s de ella, sus manos en sus pechos, sus dientes en su hombro. 

—Eres nuestra obra de arte —susurr贸, mientras sus dedos descend铆an para jugar con el cl铆toris de Luc铆a—. Nuestra creaci贸n perfecta. 

Roberto mov铆a las caderas con precisi贸n milim茅trica, cada embestida dise帽ada para maximizar el placer de las tres. 

—M铆rala —le dijo a Elena, refiri茅ndose a Luc铆a—. Mira c贸mo brilla. 

Luc铆a no pod铆a hablar, no pod铆a pensar. Solo sentir: las manos de Elena, el cuerpo de Roberto, el orgasmo que se acercaba como un tren fuera de control. 

—Voy a... —no termin贸 la frase. El climax la golpe贸 con tal fuerza que vio estrellas, su cuerpo convulsionando alrededor de Roberto, que gru帽贸 su propia liberaci贸n segundos despu茅s. 

Elena las observ贸 con ojos brillantes, su propia mano trabajando fren茅ticamente entre sus piernas hasta que tambi茅n cay贸, jadeando, contra el cuerpo sudoroso de Luc铆a. 

El silencio que sigui贸 solo fue roto por el crepitar del fuego. Los tres cuerpos entrelazados, respirando al un铆sono. 

Roberto fue el primero en hablar, su mano acariciando el vientre de Luc铆a con una ternura que contrastaba con la crudeza de sus palabras. 

—Aqu铆 crecer谩 nuestro legado —dijo—. Y t煤 lo cuidar谩s. Como la buena madre que eres. 

Luc铆a no respondi贸. No hac铆a falta. 

Por primera vez desde que comenz贸 todo, no hab铆a conflicto en su coraz贸n. Solo una certeza profunda, tan dulce como el t茅 que la hab铆a llevado hasta aqu铆. 

Cuatro meces despu茅s: El test de embarazo brillaba sobre el m谩rmol del ba帽o, las dos l铆neas rosadas tan definitivas como una sentencia. Luc铆a lo observaba con los dedos temblorosos posados sobre su vientre a煤n plano, donde ya lat铆a una vida nueva. El espejo le devolvi贸 una imagen que apenas reconoc铆a: los pechos m谩s llenos, los pezones oscurecidos, esa luz extra帽a en los ojos que solo las mujeres que llevan vida dentro poseen. 

—¿Lo sab铆a? —la voz de Elena surgi贸 desde la puerta, su silueta recortada contra la luz del pasillo—. Desde el primer d铆a que te vi, supe que eras la elegida. 

Luc铆a no se volvi贸. Permiti贸 que la mujer mayor se acercara, que sus manos expertas se posaran sobre sus hombros desnudos. 

—Est谩s temblando —Elena murmur贸 contra su cuello, depositando un beso justo bajo la oreja—. No tengas miedo. 

—No es miedo —susurr贸 Luc铆a, aunque no estaba segura de qu茅 era esa sensaci贸n que le recorr铆a las venas como champ谩n—. Es... 

—Es poder —Roberto apareci贸 en el umbral, imponente como siempre, su mirada ardiendo al posarse en el test—. El poder de darme lo que nadie m谩s pudo. 

Se acerc贸 con esa elegancia felina que tanto la excitaba, sus manos grandes abarcando la cintura de Luc铆a desde atr谩s mientras Elena segu铆a acariciando sus hombros. 

—Nuestro hijo —susurr贸 Roberto, la voz ronca de emoci贸n—. Creado en placer, nacido para dominar. 

Elena desliz贸 las manos hacia adelante, tomando los pechos de Luc铆a con suavidad reverente. 

—Ya est谩n cambiando —observ贸, los pulgares rozando los pezones sensibles—. Se preparan para alimentar a nuestro heredero. 

Luc铆a arque贸 la espalda, el contacto electrizante incluso ahora, incluso con todo lo que hab铆a pasado. Roberto gru帽贸 aprobador, una mano descendiendo para palpar su vientre con una ternura que contrastaba con su usual dominio. 

—A partir de hoy, todo cambia —declar贸—. Nada de vino, nada de esfuerzo. Te vigilar茅 d铆a y noche. 

—Nosotros te vigilaremos —corrigi贸 Elena, mordiendo el hombro de Luc铆a—. Cada paso, cada bocado, cada respiro. 

Luc铆a sinti贸 un escalofr铆o. No de miedo, sino de anticipaci贸n. Ser cuidada as铆, pose铆da as铆... 

—Arrod铆llate —orden贸 Roberto, solt谩ndola para desabrochar su pantal贸n—. Quiero celebrar como corresponde. 

Luc铆a obedeci贸 sin dudar, sus rodillas encontrando la suavidad de la alfombra persa mientras Elena se colocaba detr谩s, deslizando las manos por su cuerpo como una sombra. 

—Tan obediente —susurr贸 Elena, separando los cabellos de Luc铆a para exponerla completamente a Roberto—. Tan perfecta. 

Roberto no tuvo pre谩mbulos. Tom贸 su miembro ya erecto y lo desliz贸 entre los labios de Luc铆a, que los abri贸 con devoci贸n. 

—As铆 —gru帽贸, hundi茅ndose hasta la garganta—. As铆 es como una diosa madre recibe a su creador. 

Luc铆a cerr贸 los ojos, saboreando el peso y el sabor de 茅l, las manos de Elena en sus pechos, el leve abultamiento de su vientre donde su futuro crec铆a. 

—M谩s r谩pido —orden贸 Roberto, los dedos enred谩ndose en su cabello—. Quiero venir en esa boca bendita. 

Elena acariciaba el vientre de Luc铆a mientras esta obedec铆a, sus propios jadeos delatando la excitaci贸n que le produc铆a el espect谩culo. 

—M铆rala —le dijo a Roberto—. Nuestra Venus pre帽ada, tu semilla floreciendo en ella. 

Roberto no respondi贸 con palabras. Su cuerpo se tens贸, sus gru帽idos se hicieron m谩s profundos, y entonces el calor inund贸 la boca de Luc铆a, que trag贸 cada gota como una comuni贸n. 

Cuando termin贸, Roberto la levant贸 con sorprendente suavidad, deposit谩ndola en el lecho matrimonial donde tantas veces la hab铆an pose铆do. 

—Descansa —orden贸, aunque su voz era m谩s suave ahora—. Necesitas fuerzas. 

Elena se acost贸 a su lado, una mano siempre sobre su vientre, como si temiera que el beb茅 desapareciera. 

—Ser谩 un ni帽o —murmur贸—. Lo s茅. Tendr谩 tus ojos y su boca. 

Roberto observ贸 la escena desde los pies de la cama, su expresi贸n m谩s orgullosa que Luc铆a jam谩s hab铆a visto. 

—Tendr谩 todo —corrigi贸—. Porque ser谩 nuestro. 

Luc铆a sonri贸, sus p谩rpados pesados, su cuerpo satisfecho. So帽贸 con un ni帽o de pelo oscuro y manos fuertes, con risa de trueno y mirada de halc贸n. 

So帽贸 con el futuro. 

Y por primera vez, no quiso despertar. 


FIN 

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